Los últimos estudios apuntan que la compresión articular derivada de la práctica deportiva (cambios de presión en el interior de la articulación) aumenta las concentraciones de IGF-1 en el líquido sinovial lo que se traduce en una mejora en patologías de cartílago articular artrosis/osteoartritis.
Según estima la Organización Mundial de la Salud, el 20% de los mayores de 60 años tiene o tendrá artrosis/osteoartritis en alguna articulación. Y, lo que es más preocupante todavía, en el 80% de ellos sufrirá consecuencias muy limitantes en su calidad de vida. Si a esto se le suma el hecho de que la esperanza de vida sigue aumentando, la perspectiva no resulta demasiado halagüeña: vivir con dolor más de 20 años.
Clara Fernández, CEO de Rosita Longevity -app que ofrece planes personalizados para alcanzar un envejecimiento saludable- nos explica qué es y qué podemos hacer para mitigar sus consecuencias o frenar su avance.
¿Qué es la artrosis y cuáles son los primeros síntomas?
El tiempo pasa y nuestro cuerpo envejece. La artrosis no es más que el proceso de envejecimiento de los cartílagos, pieza fundamental que regula el movimiento y la conexión entre huesos y músculos. La artrosis es una enfermedad que históricamente no ha sido clasificada como grave porque no causa muerte, solo limita la calidad de vida. En un marco de esperanza de vida de 70 años, aunque el 80% de la gente mayor de 60 la padezca, su impacto es leve. Pero si el marco es vivir 100 o 120 años, que el 80% de la población mayor de 60 la padezca es un drama mundial.
¿Por qué es grave la artrosis?
El dolor es molesto, pero se puede “tapar con pastillitas” sin embargo las consecuencias del dolor no. Por un lado, la persona que padece dolor articular, se mueve menos, o dicho de forma llana, tiene todas las papeletas para ser sedentario. Y esto implica que todas sus funciones vitales van a verse afectadas: su peso, su metabolismo, su incidencia cardiovascular, su sistema respiratorio… por no hablar del impacto emocional. Dejar de moverse, o dejar de ser muy activo aumenta el riesgo de soledad y reduce la sensación de pertenencia. Es decir, toca todos los ejes de una vida saludable. Además el dolor principal hace que nuestro cuerpo modifique patrones motores para evitarlo y desarrolle posturas antiálgicas que generan problemas secundarios. Es decir, que para que no me duela una rodilla, sin querer, cargo en la otra rodilla afectando mi otra rodilla, mi cadera, mi espalda e incluso igual mi hombre. Una faena en toda regla que acelera artrosis en otras articulaciones. Todo ello compaginado de contracciones musculares para compensar el cuerpo, rigidez articulares y falta de movilidad.
¿Se frena o, por el contrario, se recrudece con el paso de los años?
El cartílago articular no tiene capacidad de regeneración por sí mismo. Así pues, el desgaste aumenta con el tiempo, provocando, a medio y largo plazo, una artrosis y deterioro funcional. Las lesiones de cartílago no tratadas terminan provocando dolor articular invalidante.
¿Qué podemos hacer, si es que se puede hacer algo, para evitarla?
Evitarla, en sí, no es posible todavía, sabemos que comienza con una inflamación crónica, de origen multifactorial: genético y epigenético. Lo que sí podemos hacer es desarrollar una estrategia para ralentizar este proceso. Los últimos estudios apuntan que la compresión articular derivada del ejercicio (cambios de presión en el interior de la articulación) aumenta las concentraciones de IGF-1 en el líquido sinovial lo que se traduce en una mejora en patologías de cartílago articular artrosis/osteoartritis.
¿Y para mitigarla o frenarla una vez que se padece?
Como enfermedad de origen desconocida, no hay una pastilla o tratamiento único que mitigue o frene su evolución, salvo resembrar el propio cartílago. Igual que los superhéroes del pasado se curaban en cuestión de segundos, la ciencia está descubriendo cómo acelerar los procesos naturales de regeneración de diferentes ámbitos.
Concretamente el cartílago en el proceso de artrosis degenerativa no tendía a curarse sola, pero resulta que se le puede ayudar un poquito con células madre. A grandes rasgos, con estos tratamientos sacamos las células madre de diferentes ubicaciones del cuerpo, las preparamos con un proceso de estimulación manual en laboratorio y las volvemos a infiltrar en el cuerpo totalmente localizadas. Igual que en “Érase una vez el Cuerpo Humano”, estas células llegan al cartílago, descubren que hay una emergencia por falta de células de cartílago y solitas se diferencian y ocupan ese lugar que estaba vacío. Al más puro estilo de ciencia ficción, estos tratamientos van a revolucionar el mundo de la artrosis del siglo XXI.
Actualmente, hay muy pocas clínicas que los ofrecen, la Universidad de Navarra o el Balneario de Cofrentes, y siguen diferentes estrategias según su localización. Es importante tener en cuenta que son más eficaces cuando el proceso de artrosis es incipiente que cuando ya no queda prácticamente cartílago. De manera paralela a esto, existen un conjunto de pautas que separan a los individuos que consiguen vivir con plena calidad de vida pese a su situación inicial, e individuos sin esas pautas que se sumergen en la espiral de la artrosis y fragilidad. Los que mejor viven tienen en común: – Un programa de ejercicio pautado es clave para recuperar y mantener fuerte la musculatura que rodea la articulación afectada y evitar compensaciones peligrosas. Además, la movilidad de la articulación ayuda a mantener los recorridos articulares y no perder movilidad.
La artrosis va a afectar a varias articulaciones y su evolución será diferente en cada una de ellas, es por eso que nuestro plan ha de ir más allá de tratar el foco principal de dolor, fortaleciendo todo el cuerpo y así, proteger el resto de articulaciones. Además de fortalecer, el ejercicio permite reducir las atrofias musculares, la rigidez articular y en general mantener la funcionalidad.
Si hacemos mucho ejercicio podremos mantener una vida normal, si no hacemos mucho ejercicio acabaremos teniendo más rigidez y más molestia. Por todo lo anterior, no vale andar (solo), apuntarse al gimnasio y hacer lo mismo que los chavales de 20 pero más “despacito” o sacarse una tabla de youtube sin personalizar o sin progreso. Lo ideal sería, claro, tener un fisioterapeuta entrenador individual en casa. Lo segundo, recurrir una aplicación móvil como la que hemos creado nosotros.
Rosita Longevity es una plataforma que te parametriza, propone un programa adaptado y te hace un seguimiento, todo con clases en directo guiadas por un fisioterapeuta que te aclara en el momento cualquier duda. La alimentación también es clave porque la artrosis tiene un origen inflamatorio y ya se sabe que una adecuada dieta antiinflamatoria reduce los síntomas. Sin decir que cuanto más delgado esté uno, menos pesos coloca sobre sus articulaciones y ergo por tanto, menos las fastidia. Así que, muy delgado y comiendo anti-inflamatorio.
Por último, el calor, en sus diferentes aplicaciones tiene efecto analgésico. No ayuda a frenar la evolución de la enfermedad pero sí a reducir su sintomatología y la contractura muscular que habitualmente produce.
¿Se debe o puede hacer ejercicio aunque duelan las articulaciones?
Históricamente se decía “si te duele no hagas nada” y ese ha sido el patrón que muchos médicos han promulgado durante años. Ahora se sabe que si no haces nada el proceso de artrosis se acelera y que, si haces bastante ejercicio, pese a que puntualmente pueda dolerte, el proceso se ralentiza. Es clave hacer un ejercicio seguro, teniendo en cuenta las limitaciones, el dolor, los posibles picos de dolor y riesgos aparejados.
Por eso no se aconseja que las personas con dolor de artrosis se preparen solas para la maratón, si no que busquen un fisio-entrenador que les guíe. Si no puede pagarse un entrenador individual, busque uno que atienda a varias personas en grupo y le pueda hacer seguimiento con tecnología como lo hace Rosita.
Pese a que los pacientes con artrosis son a menudo reticentes a hacer ejercicio por el dolor, sabemos que la terapia física es un arma fundamental contra esta patología. Esto ha sido confirmado por numerosos estudios, donde los pacientes que habían recibido la terapia física presentaban menos dolor y mayor funcionalidad que aquellos que habían sido tratados con glucocorticoides. Por lo tanto, aunque los glucocorticoides pueden ser un arma efectiva para reducir el dolor a corto plazo, las intervenciones de ejercicio son la estrategia más eficaz para reducir el dolor a largo plazo.
El principal hándicap es dar con la dosis (intensidad y frecuencia de ejercicio) adecuada según el grado de inflamación en el que se encuentren. Se hace necesario que un profesional sanitario prescriba el tipo de ejercicio más adecuado según si el paciente se encuentra en un brote o fase aguda o en un periodo de latencia de la enfermedad.
¿Y qué más se puede hacer: baños, remedios naturales, etc?
Además de un estilo de vida saludable y visitas puntuales al fisioterapeuta para reducir las contracturas musculares, en Europa tenemos balnearios, centros médicos, donde encontramos el “tratamiento hipertermal progresivo” donde se aplica calor y presión con agua. Concretamente, en el Balneario de Cofrentes, Valencia, su tratamiento comienza en el uso de la piscina termal, para calentar las capas superficiales de la piel, y prosigue aplicando diferentes técnicas que van aumentando su focalidad y calor, terminando con la aplicación del parafango. Esta última técnica se aplica a 42 grados y consigue penetrar profundamente en la articulación generando un efecto analgésico muy potente. Estas técnicas se combinan con terapia acuática y fisioterapia termal, todo ello para movilizar las articulaciones, normalizando el tono muscular y recuperando la masa muscular debilitada.
Ahora que llegan las vacaciones de verano, ¿van bien el sol y el mar?
Lo que mejor va es tener una vida activa. Si el sol y el mar generan ese deseo de moverse, cuidarse y activarse, entonces sí.