Cuando existen alteraciones en el equilibrio psíquico o mental de una persona, caracterizadas por un sentimiento de aflicción o culpa, pérdida de interés, baja autoestima, alteraciones del sueño o del apetito, fatiga y falta de concentración, estamos hablando de un trastorno depresivo. Dependiendo del tipo de depresión, esta puede ser duradera o intermitente. Aunque, en ambos casos, causa un deterioro sustancial en las capacidades personales del individuo impidiéndole desempeñar tareas tales como: trabajar, rendir en los estudios o, simplemente, enfrentarse a la vida cotidiana. En su forma más severa, la depresión puede conducir al suicidio. Los trastornos depresivos incluyen dos subcategorías principales: el trastorno o episodio depresivo mayor y la distimia. Y aunque los síntomas son similares, en la distimia tienden a ser menos intensos y mucho más duraderos. Por tanto, si la tristeza forma parte de su día a día desde hace mucho tiempo, se nota constantemente cansado y no tiene interés por las cosas, es posible que padezca un trastorno distímico o distimia, un problema que afecta al 2% de la población a nivel mundial.