¿Realmente funcionan las aplicaciones para la ansiedad?

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El caso de la gimnasta Simone Biles, que ha tenido que retirarse de las finales de gimnasia artística de los Juegos Olímpicos para tratar de centrarse en su salud mental, denota lo importante que es que la figura de un psicólogo, máxime en deportistas de élite. Ella ha tenido que enfrentarse a la presión de ser la mejor gimnasta de la historia. Cualquier caída sin estar al 100% de sus capacidades podría poner en peligro su salud (física y mental).

Cada vez son más los deportistas de élite que cuentan con el asesoramiento de un psicólogo del deporte. “Se va abriendo espacio a esta figura, pero no está generalizada. De hecho, no todos los deportistas que han ido a los Juegos Olímpicos de Tokio cuentan con un psicólogo, máxime ahora que por las restricciones que ha habido hay gimnastas sin entrenadores o si sus equipos técnicos”, explica a este periódico el psicólogo Guillermo Fouce, presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras, profesor de la UCM.

“Se empezó a implantar esta figura en equipos de fútbol y de baloncesto por tener mayores capacidades adquisitivas. Los psicólogos del deporte mejoran el rendimiento del atleta. Ahora bien, esta figura se tiene que generalizar entre las federaciones y que fueran ellas las que lo vieran como una necesidad. Además, es una medida efectiva porque mejora el rendimiento del deportista y le ayuda tanto física como psicológicamente”, detalla Fouce.

El problema es todos aquellos deportistas que no llegan a la élite. “Hay una filosofía en los centros de alto rendimiento de dar caña porque así sale un campeón. El problema es todo el mundo que se queda por el camino”, puntualiza Carlos Losada psicólogo clínico, vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (Anpir).

“Seguramente el caso de Simone Biles tiene que ver también con las exigencias y precisamente aplicaciones como Instagram en donde la gente muestra su mejor cara posible puede hacer daño, ya que se hacen comparaciones con unos ideales que no se corresponden con lo que realmente merece la pena vivir”, añade Losada.

FuenteLa razón