El ejercicio físico y la dieta son elementos necesarios en una vida saludable, pero no podemos permitir que se conviertan en compulsión.
Los problemas psicológicos relacionados con la preocupación obsesiva por la propia imagenestán mucho más extendidos de lo que cabría pensar. De hecho, algunos profesionales llegan a considerarlo como un problema de salud pública de primer orden, sobre todo entre los más jóvenes. La obsesión por conseguir la perfección física puede desencadenar trastornos psicológicos y de alimentación con consecuencias muy graves. Este es el caso de la vigorexia, que es -en esencia- una obsesión enfermiza por ganar masa y definición muscular.
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Ni mucho, ni poco
Incorporar el ejercicio físico en nuestra rutina diaria es crucial no solo para mantener nuestra salud física, sino también para mantener nuestra salud mental. En varios estudios, se demostró que las personas que hacen ejercicio por lo menos dos o tres veces por semana son significativamente menos propensas a padecer depresión, ira y estrés que aquellas que se ejercitan con menos frecuencia o que no lo hacen nunca.
Una serie de estudios recientes también sugiere que el deporte puede retrasar sustancialmente la aparición del Alzheimer y de otro tipo de demencias. Además, también se ha demostrado que la actividad física contribuye a incrementar el flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que a su vez beneficia todas las funciones celulares, así como a mejorar la concentración y regular el sueño. O sea, que el ejercicio físico es necesario y recomendable por muchos motivos. Pero no debemos permitir que se convierta en compulsión.
Los afectados por la vigorexia (también llamada dismorfia muscular o complejo de Adonis), siempre ven su cuerpo poco desarrollado y enclenque, y para solucionarlo, se entregan compulsivamente al ejercicio de alta intensidad y a una dieta inflexible. En consecuencia, los vigoréxicos tienden a sufrir lesiones, trastornos alimentarios, bajo rendimiento laboral y aislamiento social. Además, son especialmente vulnerables al consumo de sustancias peligrosas, como los esteroides.
Además, en muchos casos, la imposibilidad de alcanzar metas físicas inalcanzables causa una gran frustración en los afectados. A diferencia de otros trastornos psicológicos asociados a una imagen distorsionada del propio cuerpo, como la bulimia, más del 75% de los afectados por la vigorexia son varones. La gran mayoría de ellos son jóvenes de entre 18 y 35 años, con baja autoestima y personalidad obsesiva.
¿Cómo debemos afrontar el problema?
Para identificar la vigorexia, es importante observar comportamientos compulsivos como pesarse varias veces al día, medir continuamente el grosor de los músculos, obsesionarse con la cantidad de grasa corporal, desobediencia a las indicaciones médicas y, en general, estar dispuesto a cualquier sacrificio por potenciar físicamente el cuerpo.
Estos son síntomas claros de que el hábito se ha convertido en una obsesión. En cualquiera de los casos, siempre es necesario someterse al examen psicológico de un profesional de la salud. Sólo él podrá corroborar que realmente existe un cuadro de vigorexia y nos dará una idea de hasta qué punto la enfermedad se ha vuelto grave.
El tratamiento se centrará en el aspecto psicológico, tratando de corregir la percepción distorsionada que el enfermo tiene de su propio cuerpo, lo que modificará la conducta que se ha originado como consecuencia de ello. Los profesionales de la salud también recomendarán el asesoramiento de un nutricionista para orientar al paciente sobre cómo modificar sus hábitos nutricionales y hacerlos más equilibrados y saludables.
Y aunque no se debe prescindir totalmente de los ejercicios anaeróbicos, es aconsejable sustituir el ejercicio de gimnasio por la práctica de deportes de equipo. En esencia, lo que se busca es darse permiso a fallar y, sobre todo, volver a disfrutar del deporte sin cargar con el peso del ‘cuerpo perfecto’ sobre los hombros.
Pero, por encima de todo lo demás, es importante tener presente que hay otros aspectos en los que se puede mejorar. Aunque un físico atractivo y una disciplina de hierro son esenciales… lo cierto es que no son suficientes. Por lo que es necesario que nos centremos en otros aspectos importantes de nuestro desarrollo personal. Mejorar nuestra cultura, nuestras habilidades sociales o nuestro autoconocimiento y autocontrol puede ser mucho más gratificante y generar muchos más dividendos que un físico perfecto.