Nadie nos enseña a gestionar algo tan complejo como las emociones. Por eso llega un momento en que nos rompemos. Y toca volver a pegar esas piezas
Gestionar aspectos de nuestra vida tiene su miga. Algunos, además, porque son tan intangibles como los que tienen que ver con las emociones. Para esto no nos preparan en ningún sitio, ni en el colegio, ni en la universidad… ni siquiera los padres, que también tienen que enfrentarse a las suyas cada día. Por eso, llega un momento en que nos rompemos. Y toca volver a pegar esas piezas.
Algo así le pasó a Isabel Trueba, experta en desarrollar el talento emocional y especialista en neurocoaching. Entonces ella era una ejecutiva de éxito y aquel choque entre lo que quería y lo que hacía le sirvió para encauzar su camino. Hoy, ayuda en ese trance a todo el que acude a su consulta y regala todo tipo de tips en sus cuentas en redes sociales. Dice que lo que más escucha es eso de «quiero cambiar, me sé la teoría, pero me bloqueo».
Su primer mensaje es claro:«No se puede tener una mente negativa y una vida positiva». Pero calma, no se trata de ir por ahí a lo Mr. Wonderful, sino de algo más profundo: de gestionar los pensamientos destructivos y evitar que nos frenen. Así lo desgrana en su libro ‘Yonquis emocionales’.
– ¡Vaya título! Tan malas son las emociones
– No. Para nada. Existen para que pasemos a la acción. Y nos han ayudado a sobrevivir como especie. El miedo nos hace huir cuando hay un peligro, la rabia defendernos cuando nos atacan… Son saludables siempre y cuando sepamos acogerlas cuando son necesarias y dejarlas ir cuando no lo son.
Y he aquí el principal problema: una cosa es que huyamos porque hay un lobo y otra que huyamos porque vemos lobos por todas partes. Si siente que es usted su propio límite, aquí tiene los cinco consejos de Trueba para volar.
- Deja el piloto automático
Sí, ha leído bien. Vamos por la vida en piloto automático. Y no solo en las cosas cotidianas, como hacer la compra o tender la colada. Tenemos unas ideas preconcebidas y seguimos el camino que nos marcan. Sin embargo, no a todos nos sirven ni nos llevan al éxito que buscamos. Es lo que conocemos y no vemos más allá. Pero hay otras vías, otros senderos, solo hay que poner en práctica la «neuroplasticidad», un «superpoder» que todos tenemos, aunque no todos vemos. En su caso, gracias a ella, recuperó la ilusión:«Al ampliar mi visión de la realidad descubrí que tenía otras alternativas de vida mucho más coherentes».
«No puedes solucionar algo sin saber qué te pasa», explica Trueba. Para empezar a frenar esos pensamientos destructivos hay que «encender la luz» y ver qué hay en la habitación, dónde están los fantasmas si los hay, etc. En nuestro caso, hay que conocerse, «profundizar en nuestro interior» para no aplicar soluciones que se queden «únicamente en la parte superior del iceberg». «Es la fase más compleja porque en ocasiones el cerebro se resiste a ser descubierto», reconoce en el libro.
- Ahora, con qué te quedas
Una vez que hemos encendido la luz, llega el momento de hacer limpieza de la habitación. «En esta fase hay que reorganizar toda la información que hemos descubierto sobre nosotros, nuestra personalidad, nuestras creencias, nuestros factores de estrés…». Unas cosas las meteremos en sus cajones correspondientes y otras las desecharemos. Pero ojo, porque no se trata de cerrar la cómoda con todo dentro. Hay que dar otro paso: elegir o decidir, «marcarse metas».
- Hora de hacer cosas
El que algo quiere, algo le cuesta, dice el refranero español. Y a la hora de hacer frente a nuestros pensamientos limitantes, ocurre lo mismo. Una vez que nos hemos autoexplorado y autopurgado, llega el momento que tanto temen algunos: actuar. Sí, hay que pasar a la acción porque no podemos esperar a que las cosas sucedan sin más. O dicho de un modo más explícito:«¿Podrías jugar al tenis después de haber leído varios libros y haber visto a Nadal jugar veinte veces?». Efectivamente no. Así que toca ponerse el mono de trabajo. Solo que aquí no hace falta coger la raqueta porque no vamos a sacar músculo del brazo, vamos a entrenar otra parte de nuestra anatomía: el cerebro.
«Este se desarrolla cuando repetimos una y otra vez un comportamiento nuevo y lo sacamos de la rutina», explica la neurocoach. Hay muchos ejercicios prácticos que ella detalla en su libro. Es lo que llama método BEGROW (que viene de las siglas en inglés de ser, emociones, metas, realidad y otros).
- No te empaches
Si Zamora no se ganó en una hora, tampoco lograremos deshacernos de nuestras creencias limitantes en un chasquido de dedos ni metiéndonos un empacho de ejercicios en un día. «Esto es una filosofía de vida», avisa. «Se trata de hacer todos los días un poco». Lo que sí aconseja fervientemente es que nos pongamos ya manos a la obra: «No esperes a que la vida te rompa, prepárate antes de que ocurra con este gimnasio».