La ciencia descubre que olvidarse las cosas podría ser algo bueno

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Una investigación publicada en la revista internacional Cell afirma que la pérdida de memoria normal puede estar asociados con un proceso que ayuda al aprendizaje.

La memoria y capacidad de retención han cambiado en el transcurso de la última década gracias a la facilidad de la memoria digital que proporcionan los smartphones y otros dispositivos tecnológicos. La cultura actual acostumbra “bombardear” a las personas con innovaciones y directivas para mejorar sus habilidades cognitivas y entrenar al cerebro para que pueda retener más información y adquirir nueva. Por ende, como consecuencia de la vorágine de información aparecen errores o dificultades para recordar hechos o situaciones y esto dispara la sugestión, ‘¿Se trata de una pérdida de memoria normal o de los primeros signos de una demencia?’

Si uno se olvida de pequeños detalles, nombres o situaciones, pero tiene todos los exámenes de salud al día y al consultar con un profesional este no considera que sea algo grave, entonces puede que no se trate del desencadenante de una patología ni un diagnóstico: los científicos creen que los lapsus en la memoria pueden estar asociados con un proceso que ayuda al aprendizaje.

Los investigadores detrás del estudio llamado “Expresión adaptativa de engramas por interferencia retroactiva” y publicado en la prestigiosa revista Cell, sostienen que olvidar es en realidad la forma perfecta de aprender y que beneficia el comportamiento flexible en entornos dinámicos. Ellos estudiaron el efecto del olvido natural y “cotidiano” y, como resultado, las pruebas experimentales demostraron que los recuerdos no se pierden realmente sino que se almacenan en engramas –una estructura de interconexión neuronal estable– que pueden reactivarse.

“El olvido” en profundidad

El equipo analizó una forma de olvido llamada interferencia retroactiva, en la que se superponen ciertos aprendizajes nuevos o recientes sobre aprendizajes anteriores, haciendo que los últimos se olviden o se evoquen con mayor dificultad. Para examinar esto, se entrenó a roedores para asociaran un objeto específico con un contexto o una habitación determinada y luego se les pidió reconocer ese mismo objeto después de haber sido trasladado fuera de su contexto original. Como respuesta, los ratones olvidan las asociaciones cuando se les expone a experiencias competitivas que “interfieren” con el primer recuerdo.

En relación al estudio, Alejandro Andersson, médico neurólogo y director del Instituto de Neurología de Buenos Aires explica que el proceso cerebral de aprendizaje es complejo y está influenciado por varios factores. “Cuando alguien se expone a nueva información, esta puede entrar por la vista, el oído, el tacto u otro sentido. Después, las neuronas procesan el conocimiento nuevo y lo transmiten a diferentes áreas especializadas. En síntesis, la percepción y la atención juegan un papel fundamental que permite seleccionar qué información se procesa de manera más profunda y se retiene”, añade.

Según relata, para que la información se almacene en la memoria a largo plazo procesos como la repetición y el repaso hacen que el cerebro perciba los conocimientos como relevantes y significativos. “Perdura en la memoria porque la mente interpreta que es algo que gusta, que da placer o que puede ser peligroso y hay que prestarle atención. En sí, este proceso está influenciado bastante por factores emocionales”, dice.

En cuanto al olvido, el Dr. Andersson revela que el cerebro tiene mecanismos para desechar la información que considera menos relevante y que este es un proceso natural y necesario para evitar la sobrecarga de información. “Cuanto más se repite un recuerdo, más se fortalecen las conexiones sinápticas relacionadas con lo aprendido y eso facilita la recuperación de ese ‘dato archivado u olvidado’ en la memoria”, agrega.

Para profundizar en el tema, los neurocientíficos del estudio etiquetaron genéticamente un engrama contextual en el cerebro de estos ratones y siguieron la activación y el funcionamiento de estas células después de que ocurriera el olvido. Utilizando una técnica llamada optogenética, descubrieron que la estimulación de las células engramas con luz recuperaba los recuerdos “perdidos” en más de una situación de comportamiento. Además, observaron que cuando a los ratones se les brindaban nuevas experiencias relacionadas con los recuerdos olvidados, los engramas “perdidos” se rejuvenecían de forma natural.

El Dr. Tomás Ryan, profesor asociado de la Facultad de Bioquímica e Inmunología y del Instituto de Neurociencia del Trinity College de Dublín y autor principal del estudio reveló recientemente: “Los recuerdos se almacenan en conjuntos de neuronas llamadas ‘células engramas’ y la recuperación exitosa de estos recuerdos implica la reactivación de estos conjuntos. Por extensión lógica, el olvido definitivo ocurre cuando las células del engrama no pueden reactivarse. Sin embargo, cada vez resulta más claro que los propios recuerdos siguen ahí, pero los conjuntos específicos no se activan y, por lo tanto, el recuerdo no se recupera”. Para Ryan, esto es algo así como si los recuerdos estuvieran guardados en una caja fuerte, pero la persona no pudiera recordar el código de desbloqueo.

En concordancia con Ryan, la Dra. Livia Autore, becaria de posgrado del Irish Research Council (IRC), que encabezó este trabajo con él, dijo a un medio de comunicación norteamericano que los hallazgos respaldan la idea de que la competencia entre engramas afecta el recuerdo y que el rastro de memoria olvidado puede reactivarse con señales tanto naturales como artificiales, así como también, actualizarse con nueva información.

“Así que, si bien algunos pueden persistir imperturbables, otros estarán sujetos a la interferencia de nueva información entrante y prevaleciente. Sin embargo, los recuerdos interferidos aún pueden reactivarse mediante señales circundantes que conducen a la expresión de la memoria o mediante experiencias engañosas o novedosas que terminan en un resultado conductual actualizado”, reveló.

Esta evidencia abre la puerta a nuevos abordajes profesionales a la cuestión de la pérdida de memoria dado que el “olvido natural” podría ser reversible en determinadas circunstancias. “Lo más interesante del hallazgo es que la estimulación octogenética de las células engramas sería suficiente para inducir la recuperación de la memoria, entonces, incluso si los recuerdos parecen olvidados debido a la interferencia aún pueden ser recuperados”, agrega Andersson.

No obstante, más material científico debe ser investigado para dictaminar si estas conclusiones pueden ser útiles en el tratamiento o prevención de patologías como el Alzheimer.

Según el Instituto Nacional del Envejecimiento de los Estados Unidos, algo totalmente contrario a lo mencionado es la demencia; entendida como la pérdida de la capacidad de pensar, recordar, razonar y de las habilidades de comportamiento hasta tal punto que interfieren con la vida y las actividades diarias de una persona. Para la institución, los síntomas de demencia pueden incluir:

  • No poder recordar cosas
  • Hacer la misma pregunta o repetir la misma historia una y otra vez
  • Perderse en lugares conocidos
  • Dificultad al tratar de seguir instrucciones
  • Desorientarse en cuanto al tiempo, personas y lugares
  • Dificultad en manejar el dinero y pagar las cuentas
  • Padecer un aumento de ansiedad o agresión